Long COVID o COVID persistente son términos para describir a una enfermedad multisistémica compleja que sigue a una infección aguda por SARS COV-2 independientemente de su gravedad, ya sea inmediatamente o algún tiempo después de aparente recuperación.
No existe una definición de caso ampliamente aceptada, lo que dificulta obtener información fidedigna, pues los estudios son heterogéneos. Se ha definido pragmáticamente como “no recuperarse durante varias semanas o meses después del comienzo de los síntomas”.
En Reino Unido, el NICE (The National Institute for Health and Care Excellence) distingue entre atención continua de COVID-19 sintomático con una duración de 4 a 12 semanas y síndrome post COVID-19 el que se prolonga durante más de 12 semanas.
La definición de Long COVID o COVID persistente entregada por la OMS en noviembre del año pasado es “afección post-COVID que se produce en individuos con antecedentes de infección probable o confirmada por SARS-CoV-2, generalmente 3 meses después de la aparición del COVID-19 con síntomas que duran al menos 2 meses y que no pueden explicarse por un diagnóstico alternativo”.
Aunque la fisiopatología y la etiología de COVID persistente es incierta, se postulan factores de la fase aguda de la enfermedad como la endoteliopatía, reacciones antígeno-anticuerpo, reacciones inmunitarias aberrantes y persistencia del virus en reservorios epiteliales, en especial, células intestinales, donde actuaría como un superantígeno.
La enfermedad comúnmente tiene un patrón impredecible, recurrente-remitente, con condiciones asociadas significativas, a menudo apareciendo semanas o meses después de la condición aguda.
La evidencia sobre los factores de riesgo sugiere que mujeres y aquellos con infección crítica por COVID-19 tienen mayor riesgo de experimentar síntomas post-COVID a largo plazo.
Una revisión sistemática de Ahmad et al, objetivó que los síntomas prevalentes más comunes a largo plazo en estos pacientes incluyen fatiga y disnea en casi todos los estudios. Otros síntomas comunes reportados son: tos, dolor en las articulaciones, dolor u opresión en el pecho, dolor de cabeza, pérdida del olfato/gusto, dolor de garganta, diarrea, pérdida de memoria, depresión y ansiedad. Otros síntomas observados con menor frecuencia fueron insomnio, palpitaciones, anorexia, parestesias, exantema y caída del cabello.
Carvalho-Schneider et al, mencionan que en su cohorte de estudio con casos leves/moderados de pacientes con COVID-19, aproximadamente el 66% presentó al menos un síntoma a largo plazo. Según un análisis de López- León et al, las cinco presentaciones más frecuentes fueron: fatiga (58%), cefalea (44%), trastorno de atención (27%), pérdida de cabello (25%) y disnea (24%).
Una revisión sistemática y metaanálisis reciente publicado en Nature Scientific Reports, estima que 1 de cada 4 niños y adolescentes padecerá de Long COVID, siendo las manifestaciones más prevalentes encontradas en esta revisión síntomas del estado de ánimo (16,50%), fatiga (9,66%) y trastornos del sueño (8,42%).
La mayoría de las cohortes de COVID persistente se realizaron en Europa occidental, en pacientes dados de alta recientemente de hospital, hay escasez de evidencia sobre los efectos a largo plazo de COVID-19 en países de ingresos bajos a medios y en personas que no fueron hospitalizadas.
Se describen más de 200 signos y síntomas en esta entidad clínica, por lo que se necesita un alto índice de sospecha diagnóstica para actuar a tiempo, por lo tanto, existe una necesidad urgente de diseñar equipos de atención y orientación para Long COVID, que se cree que afectará al 5-20% de los diagnosticados con COVID-19.
Si extrapolamos a los números actuales de nuestro país, estaríamos hablando de hasta 800.000 personas afectadas desde el inicio de la pandemia a la fecha.
Se necesita un sistema de salud robusto con un equipo multidisciplinario que garantice tanto el manejo de síntomas residuales leves, como afecciones cardiovasculares, neurocognitivas y respiratorias graves.
A nivel científico, urge investigación sólida para caracterizar y definir Long COVID e identificar factores de riesgo y etiologías subyacentes, incluyendo el potencial impacto de las nuevas variantes de preocupación y la vacunación, con el fin de informar acerca de la prevención, rehabilitación y gestión de políticas públicas para asegurar la óptima recuperación de estos pacientes.
Estudios en nuestro país son necesarios para conocer los alcances y brechas del COVID persistente en Chile.
Referencias:
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